Monday, June 18, 2007

Debería

...a estas alturas de la vida... ser feliz.
Debería saber tomar decisiones.
Debería bastarme el olor de temperatura perfecta que emana la noche, para saber que él es mi destino, mi pasado y mi futuro.
Deberían bastarme mis 26 años para sentirme adulta e independiente, para no sentir el hueco enorme que deja una familia rota y reemplazada por todas sus partes, menos por mí.
Debería saber qué quiero hacer de mi vida y de mi profesión.
Debería estar tranquila de que en pocos días ya no tendré que debatirme con una tesis que he aprendido a odiar.
Debería dejar la melancolía y la rutina y pisar con paso firme hacia donde el sol se haga más brillante.
Debería ganarle la voluntad a la decidia.
Debería haberse formado en torno a mi corazón un caparazón duro, como el de la tortuga que quiero salvar, un caparazón que me defendiera del temor del rechazo y al abandono, que me evitara el cortejo permanente de la ilusión, que supiera que el destino de los personajes de la novela que acabo de terminar hace escasos minutos se queda en esas páginas. Un caparazón que me aislara del pasado, y, tal vez, así, de los demonios que no se cansan de venir a comerse mi relleno.
Deberían esos mismos demonios intoxicarse de sí, morderse las colas, escapando de mí, que debería luchar furiosa contra ellos.
Todo eso debería ser si me hubieran dotado de un carácter fuerte y decidido. Deberían haberme dotado de un carácter fuerte y decidido....

Friday, June 08, 2007

Madurando... y regresando

Hace tanto tiempo que no vengo por aquí que ya había olvidado que ahora mi contraseña es mi cuenta de gmail. Esa cuenta que no uso más que para ponerla en líneas pequeñas de formularios. Siempre son demasiado pequeñas esas líneas. Siempre la línea del mail es más chiquita que la del teléfono, o igual, y nunca he visto un teléfono tan largo como la cuenta más pequeña de mail que haya visto.
Pero bueno, tiempo ha que no aparecía, que no pensaba, que no sentía. Tiempo ha que mi vida son los números y su idioma y sus interpretaciones. Estoy desde hace un semestre en una maestría con niños superdotados y superequilibrados y superansiosos de demostrar lo súper que son y súperadmirables y súpercompetitivos y súperlindos y súper todo. Creo que soy de la última generación sin superlativos. Los veo con admiración y con la consciencia de estar ante algo admirable.
Hace una semana descanso como nunca lo había hecho. El estrés de los hombros apenas comienza a desvanecerse y ya hay nueva razón para tenerlo. Me aceptaron en LSE. ¿Quiero irme a LSE? Creo que no, ¿qué les digo? Quiero guardar mi lugar y que pase tiempo que madure yo pronto para poder decidir.
Hace algunos días que mis manos sólo quieren acariciar a mi gato y a mis perros y a mi hombre y hasta a mi cuerpo que apenas se acostumbra otra vez al movimiento de la cotidianidad.
Y mañana se casa el gordo, mi mejor amigo. Se casa él y se casan tantos que me empiezo a sentir vieja. Y se casan mis pensamientos con las palabras que habían estado dormidas, y dormidos ellos.
Y regreso al mundo de las ideas y de los pensamientos insulsos y de las necedades absolutas y de las rimas torpes y de los vacíos por llenarse.