Debería
...a estas alturas de la vida... ser feliz.
Debería saber tomar decisiones.
Debería bastarme el olor de temperatura perfecta que emana la noche, para saber que él es mi destino, mi pasado y mi futuro.
Deberían bastarme mis 26 años para sentirme adulta e independiente, para no sentir el hueco enorme que deja una familia rota y reemplazada por todas sus partes, menos por mí.
Debería saber qué quiero hacer de mi vida y de mi profesión.
Debería estar tranquila de que en pocos días ya no tendré que debatirme con una tesis que he aprendido a odiar.
Debería dejar la melancolía y la rutina y pisar con paso firme hacia donde el sol se haga más brillante.
Debería ganarle la voluntad a la decidia.
Debería haberse formado en torno a mi corazón un caparazón duro, como el de la tortuga que quiero salvar, un caparazón que me defendiera del temor del rechazo y al abandono, que me evitara el cortejo permanente de la ilusión, que supiera que el destino de los personajes de la novela que acabo de terminar hace escasos minutos se queda en esas páginas. Un caparazón que me aislara del pasado, y, tal vez, así, de los demonios que no se cansan de venir a comerse mi relleno.
Deberían esos mismos demonios intoxicarse de sí, morderse las colas, escapando de mí, que debería luchar furiosa contra ellos.
Todo eso debería ser si me hubieran dotado de un carácter fuerte y decidido. Deberían haberme dotado de un carácter fuerte y decidido....
Debería saber tomar decisiones.
Debería bastarme el olor de temperatura perfecta que emana la noche, para saber que él es mi destino, mi pasado y mi futuro.
Deberían bastarme mis 26 años para sentirme adulta e independiente, para no sentir el hueco enorme que deja una familia rota y reemplazada por todas sus partes, menos por mí.
Debería saber qué quiero hacer de mi vida y de mi profesión.
Debería estar tranquila de que en pocos días ya no tendré que debatirme con una tesis que he aprendido a odiar.
Debería dejar la melancolía y la rutina y pisar con paso firme hacia donde el sol se haga más brillante.
Debería ganarle la voluntad a la decidia.
Debería haberse formado en torno a mi corazón un caparazón duro, como el de la tortuga que quiero salvar, un caparazón que me defendiera del temor del rechazo y al abandono, que me evitara el cortejo permanente de la ilusión, que supiera que el destino de los personajes de la novela que acabo de terminar hace escasos minutos se queda en esas páginas. Un caparazón que me aislara del pasado, y, tal vez, así, de los demonios que no se cansan de venir a comerse mi relleno.
Deberían esos mismos demonios intoxicarse de sí, morderse las colas, escapando de mí, que debería luchar furiosa contra ellos.
Todo eso debería ser si me hubieran dotado de un carácter fuerte y decidido. Deberían haberme dotado de un carácter fuerte y decidido....