que al corazón hay que estarlo molestando, fastidiando, para que se fortalezca. Pequeñas punzadas, que lo intimiden una y otra vez. Pequeños piquetes que lo despierten, que lo saquen del letargo. Una y otra y otra vez, dice Samuel.
¿Sabrá Samuel que mi corazón tiene el recuerdo lastimado? ¿Sabrá que las paredes son enclenques y la superficie porosa? ¿Sabrá Samuel que un piquete se siente como una mordida que quiere atragantarse de mí, que no puedo incitarlo porque después no puedo controlarlo? Dice Samuel que eso me ayudará a salir del estancamiento, del hermetismo. ¿Sabrá Samuel que el corazón llora con que lo volteen a ver, que por eso se esconde en la rutina? ¿Sabrá Samuel la seguridad que ofrece el refugio?
Órgano desobediente que nunca has querido escuchar a la razón: no escuches a Samuel.