Nueve meses, nueve días

Cada millón de días, cuando transmiten buenas noticias, me acuerdo de mi clase de Español de cuarto de primaria. Azucena Muñoz, la peor maestra que he tenido, nos había comisionado a repetir las noticias que hubiéramos sido capaces de entender. Me acuerdo que Natascha Geistmann, aquella que soñaba con vivir en una granja (y terminó haciéndolo) nos dio la noticia de que Paseo de la Reforma había sido ya adornada con motivo de las festividades navideñas. Azucena Muñoz festejó la originalidad de la pequeña teutona que gustaba de ir disfrazada de india apache a la escuela, por escoger una buena noticia que nos alegrara el día. A mí más bien me había parecido que, a falta de noticias, Natascha había escogido ese dato más bien anecdótico para salir del paso. Por alguna razón, la anécdota que confirmaba que "las buenas noticias también son noticias", sigue en mi memoria, y parece que seguirá.

Hoy me acordé de eso desde que empezó el noticiero de López Dóriga. Comenzó con una buena noticia. Nueve meses y nueve días después de haber zarpado del Puerto de San Blás, tres náufragos mexicanos fueron rescatados. Más allá del amarillismo televisivo y la clásica visita a los familiares, me conmovió hasta las lágrimas oir a los pescadores y oir el agradecimiento en la voz de aquellos que han conocido la verdadera adversidad. Desde la pobreza en casa, hasta la desesperanza en altamar. Y me gusta oir a la gente que no se complica, que agradece y que confía. Me gusta que le vaya bien a la gente buena. Me gusta oir buenas noticias de vez en cuando. Me gusta la vida...