De nacionalismos e idignaciones...
Ahora sí ya estoy hasta la madre. ¿Alguien me puede explicar la nueva campaña de “Celebremos México” de Televisa? ¿Se supone que si Fernando Colunga o Juan Ferrara me dicen que me sienta orgullosa de ser mexicana (por nuestra historia, dicen todos), va a servir para algo? ¿Como de dónde sale la necesidad de “enaltecer el espíritu nacional”? ¿Con miras a qué? ¿A que sigamos discriminando al “otro”? De verdad no entiendo este tipo de nacionalismo, ni ningún otro, si he de ser sincera. ¿Tengo que estar orgullosa de que la historia nacional no haya sido capaz de redistribuir riqueza, de educar a la gente, de volver a México un país productivo, rico? ¿Debo sentir orgullo de vivir en un país en el que nadie quiere “jalar parejo” por simple solidaridad humana? ¿Debe importarme más la pobreza nacional que la mundial sólo porque nací en este territorio? No entiendo, neta.
Tenemos una clase política que da vergüenza hasta al más descarado. Diputados y senadores que no pueden desprenderse de lineamientos partidistas para trabajar por quienes los eligieron y les pagan, preocupados por los narcocorridos, pero no por los narcotraficantes que ahora se divierten asesinando periodistas y jefes policiales. "Representantes populares" que no aprueban la reelección para no tener que enfrentarse al escrutinio público y que se sirven con la cuchara grande cada vez que hay que aprobarles un bono extra o un generoso aguinaldo (para que no digamos que NUNCA se ponen de acuerdo), aboslutamente disociado, por cierto, de su productividad. Los candidatos presidenciales dan pena, no hay ni para dónde hacerse. Madrazo utilizando la figura de su padre asesinado para hacernos creer que es un demócrata, cuando el PRI ha votado todos los asuntos de importancia nacional del sexenio “en bloque” y “en contra” del país. Santiago Creel, aprobando concesiones a casinos unos días antes de irse, en lo oscurito y a pesar de que todos los estudios económicos constatan que no son socialmente benéficos (en términos económicos, claro, no morales, eso cada quién…) y rebasando topes de campaña mientras predica el Estado de Derecho. López Obrador con su ridiculez de propuestas, con su “honestidad” valiente que paga una campaña que lleva años pagándose de alguna inexplicable manera y cuya valentía reside en ignorar al poder judicial. Aprobando leyes que oscurezcan la transparencia y la rendición de cuentas, endeudando a la ciudad y haciendo obras públicas que no se evalúan, no se terminan y no sirven. Y luego Marcos sale a opinar que la clase política apesta y todos los medios escuchan al Mesías (que se pelea el puesto con “el rayito de esperanza”), un individuo carismático, sin duda, pero que no tiene derecho a pertenecer a la política si no la ha elegido como vía de resolución de conflictos. Y por si fuera poco el presidente que se vanagloria de que en su gobierno “no pasa nada”, ahora sale en el radio fusilándose a Montesquieu (porque eso de “odio lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”, lo dijo el “francesito” primero), después de que no tuvo la apertura de criterio suficiente para aceptar que igual y a alguien sí se le hace ofensiva la grotesca caricatura de Memín Pinguín y mientras la otra parte de la “pareja presidencial” demanda a Olga Wornat y a la revista Proceso por bocones…
Andamos, por otro lado, estrenando líder sindical, el tercero en setenta años, que ha demostrado tener una habilidad singular para apropiarse de la riqueza que otros generan. Tenemos obreros protegidos por este sindicato que tienen prestaciones absurdas (que incluyen, por ejemplo, la posibilidad de pedir viáticos si cruzan la calle de su demarcación para alguna diligencia, ¡aunque permanezcan en la misma ciudad!). Tenemos sindicatos arcaicos que se niegan a modernizarse, que no necesitan hacerlo mientras representen un grupo político de poder que puede subsistir bajo el amparo de la ley, acomodado en los huequitos, financiando campañas sin pagar castigos y anunciando, ya de entrada, su apoyo corporativo a Madrazo. No les importa si la inflexibilidad de las leyes laborales hace que no haya inversión, no les importa si la economía del país no crece, no se distribuye, porque a ellos nadie los puede correr.
Tenemos, además, una clase empresarial acostumbrada a ser protegida, a ser monopolio, a competir de manera desleal. Ahí está Slim, quien recibe uno de cada siete pesos que gastan los mexicanos, quien, a cambio, no ha hecho nada creativo en su vida más que ingeniárselas para destruir a sus adversarios para poder cobrar las tarifas de teléfono más caras del mundo, la telefonía celular más cara e ineficiente, sin que nadie se atreva a encararlo y a aprobar o apoyar la nueva Ley de Telecomunicaciones que elimine el monopolio. Tenemos a Salinas Pliego, que no tiene que enfrentar la justicia y a Azcárraga que se alía con él para mantener el oligopolio, para destruir a la competencia, para aprovechar su situación privilegiada, ofreciendo, a cambio, programas de "altísima" calidad. Por no mencionar a todos los productores que buscan subsidios, protección contra las importaciones, aunque a los cien millones de mexicanos que consumimos nos salga todo más caro.
Y finalmente tenemos un pueblo falto de educación y de memoria histórica, que no entiende que el erario público no es una bola de dinero que se fabrica a voluntad del presidente, que lo pagamos todos, que no entiende que eso le da derecho de exigir resultados, gobiernos que sirvan... Un pueblo que quiere un “papá gobierno” que les resuelva la subsistencia, que piensa que todos los ricos son malos y todos los pobres son buenos, menos los traidores que se vuelven ricos. Un pueblo en el que el rico insulta al pobre y el pobre le raya el coche al rico. Un pueblo en donde las mujeres son asesinadas flagrantemente, en donde los niños trabajan en los semáforos para meterse una línea que les facilite la supervivencia. Un país que no exige y al que no le gusta que le exijan. Un país en donde los niños y los animales no cuentan, no tienen derechos. Un pueblo que discrimina a los “negritos” (decir negro es un insulto, al parecer), a los “chinitos” (todos los que tengan ojos rasgados) y a los judíos (“por tacaños”), y que le sonríe al “güerito” al que le va a cobrar el doble. Un pueblo que va a votar por López Obrador con su falta de modernidad, ¡por! su falta de modernidad, cuya propuesta es regresar al pasado, cobijarse en la “Historia Nacional”. Un pueblo que no se indigna ante todo lo anterior….
Sí, celebremos México, celebremos nuestra historia porque el futuro nos pinta negro…
Tenemos una clase política que da vergüenza hasta al más descarado. Diputados y senadores que no pueden desprenderse de lineamientos partidistas para trabajar por quienes los eligieron y les pagan, preocupados por los narcocorridos, pero no por los narcotraficantes que ahora se divierten asesinando periodistas y jefes policiales. "Representantes populares" que no aprueban la reelección para no tener que enfrentarse al escrutinio público y que se sirven con la cuchara grande cada vez que hay que aprobarles un bono extra o un generoso aguinaldo (para que no digamos que NUNCA se ponen de acuerdo), aboslutamente disociado, por cierto, de su productividad. Los candidatos presidenciales dan pena, no hay ni para dónde hacerse. Madrazo utilizando la figura de su padre asesinado para hacernos creer que es un demócrata, cuando el PRI ha votado todos los asuntos de importancia nacional del sexenio “en bloque” y “en contra” del país. Santiago Creel, aprobando concesiones a casinos unos días antes de irse, en lo oscurito y a pesar de que todos los estudios económicos constatan que no son socialmente benéficos (en términos económicos, claro, no morales, eso cada quién…) y rebasando topes de campaña mientras predica el Estado de Derecho. López Obrador con su ridiculez de propuestas, con su “honestidad” valiente que paga una campaña que lleva años pagándose de alguna inexplicable manera y cuya valentía reside en ignorar al poder judicial. Aprobando leyes que oscurezcan la transparencia y la rendición de cuentas, endeudando a la ciudad y haciendo obras públicas que no se evalúan, no se terminan y no sirven. Y luego Marcos sale a opinar que la clase política apesta y todos los medios escuchan al Mesías (que se pelea el puesto con “el rayito de esperanza”), un individuo carismático, sin duda, pero que no tiene derecho a pertenecer a la política si no la ha elegido como vía de resolución de conflictos. Y por si fuera poco el presidente que se vanagloria de que en su gobierno “no pasa nada”, ahora sale en el radio fusilándose a Montesquieu (porque eso de “odio lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”, lo dijo el “francesito” primero), después de que no tuvo la apertura de criterio suficiente para aceptar que igual y a alguien sí se le hace ofensiva la grotesca caricatura de Memín Pinguín y mientras la otra parte de la “pareja presidencial” demanda a Olga Wornat y a la revista Proceso por bocones…
Andamos, por otro lado, estrenando líder sindical, el tercero en setenta años, que ha demostrado tener una habilidad singular para apropiarse de la riqueza que otros generan. Tenemos obreros protegidos por este sindicato que tienen prestaciones absurdas (que incluyen, por ejemplo, la posibilidad de pedir viáticos si cruzan la calle de su demarcación para alguna diligencia, ¡aunque permanezcan en la misma ciudad!). Tenemos sindicatos arcaicos que se niegan a modernizarse, que no necesitan hacerlo mientras representen un grupo político de poder que puede subsistir bajo el amparo de la ley, acomodado en los huequitos, financiando campañas sin pagar castigos y anunciando, ya de entrada, su apoyo corporativo a Madrazo. No les importa si la inflexibilidad de las leyes laborales hace que no haya inversión, no les importa si la economía del país no crece, no se distribuye, porque a ellos nadie los puede correr.
Tenemos, además, una clase empresarial acostumbrada a ser protegida, a ser monopolio, a competir de manera desleal. Ahí está Slim, quien recibe uno de cada siete pesos que gastan los mexicanos, quien, a cambio, no ha hecho nada creativo en su vida más que ingeniárselas para destruir a sus adversarios para poder cobrar las tarifas de teléfono más caras del mundo, la telefonía celular más cara e ineficiente, sin que nadie se atreva a encararlo y a aprobar o apoyar la nueva Ley de Telecomunicaciones que elimine el monopolio. Tenemos a Salinas Pliego, que no tiene que enfrentar la justicia y a Azcárraga que se alía con él para mantener el oligopolio, para destruir a la competencia, para aprovechar su situación privilegiada, ofreciendo, a cambio, programas de "altísima" calidad. Por no mencionar a todos los productores que buscan subsidios, protección contra las importaciones, aunque a los cien millones de mexicanos que consumimos nos salga todo más caro.
Y finalmente tenemos un pueblo falto de educación y de memoria histórica, que no entiende que el erario público no es una bola de dinero que se fabrica a voluntad del presidente, que lo pagamos todos, que no entiende que eso le da derecho de exigir resultados, gobiernos que sirvan... Un pueblo que quiere un “papá gobierno” que les resuelva la subsistencia, que piensa que todos los ricos son malos y todos los pobres son buenos, menos los traidores que se vuelven ricos. Un pueblo en el que el rico insulta al pobre y el pobre le raya el coche al rico. Un pueblo en donde las mujeres son asesinadas flagrantemente, en donde los niños trabajan en los semáforos para meterse una línea que les facilite la supervivencia. Un país que no exige y al que no le gusta que le exijan. Un país en donde los niños y los animales no cuentan, no tienen derechos. Un pueblo que discrimina a los “negritos” (decir negro es un insulto, al parecer), a los “chinitos” (todos los que tengan ojos rasgados) y a los judíos (“por tacaños”), y que le sonríe al “güerito” al que le va a cobrar el doble. Un pueblo que va a votar por López Obrador con su falta de modernidad, ¡por! su falta de modernidad, cuya propuesta es regresar al pasado, cobijarse en la “Historia Nacional”. Un pueblo que no se indigna ante todo lo anterior….
Sí, celebremos México, celebremos nuestra historia porque el futuro nos pinta negro…
8 Comments:
Disculpen mis queridos (3) lectores, si la indignación (que hace parecer el nombre del blogg francamente hipócrita) ocupa demasiado tiempo de lectura, pero véanle el lado amable... no se trata de hombres cabrones y de desamor (quienes también hacen del "risayrisa" la hipocresía por antonomasia)...y, además, ¿quién quita y les sirve de inspiración y deciden unírseme y a nosotros sí nos sale eso de cambiar el mundo? Imagínense...
Cambiar el México indigesto. Esa idea me gusta y lo intentare.
Si sabes de una buena estrategia para lograrlo y necesitas ayuda... me apunto.
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Mi querida Jani,
Pues nada, que si de por sí sabía que el nacionalismo no huele a galán en viernes por la noche, me recordaste n buenas razones para rebatir cada vez alguien me echa en cara mi falta de orgullo patrio, mis pocas ganas de sentirme orgullosa (o culpable) por algo que ni hice yo, o simplemente mi jeta ante los anuncios que mencionas.
Ok, sí me he de sentir orgullosa por Mexico como proyecto. Para eso hay que rescatar algo (debe haber algo, aun que sea chiquito), adoptar la iniciativa (vamos, ni siquiera digo que lo haga desinteresadamente), asumir la responsabilidad que tome (por voluntad propia)... y entonces sí, empezaré a sentirme contenta, orgullosa, del cachito de México que es el proyecto personal del que busca una razón para sentirse mexicano por derecho ganado a PULSO.
Mónica tiene razón - la voluntad es un músculo.
Sufi
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haha - apenas ahora que releo tu texto - y tus comments, que me doy cuenta que eres el alter ego de Mafalda... no es que sea algo nuevo, pero a veces se me olvidan cosas.
Bien por eso - kip goin!
PD: sooorry por los posts pegados y borrados - esta compu hace que se peguen a medias.
No puedo dejar de estar de acuerdo contigo, aunque es importante que en México sí hay cosas por las cuales celebrar.
Lamentablemente, a algún pendejo de los que creen que trabajan en alguna élite del más rudo clan de pendejos de Televisa, se le ocurrió esta gran idea de celebrar lo que en su pendeja mente piensa que vale la pena ser celebrado. Y lo peor, en un alarde de inteligencia, el mierdero Tigrillo se la compró.
Así las cosas, con logo de rehilete y típico jingle pedorro, seguramente interpretado por las huestes de segundones talentosos que tiene la empresa, esta campaña, como todo lo que hacen en esa linda empresa, resulta ser una reverenda mierda.
¿Para qué? Para nada, para hacer creer que son chingones y se preocupan por el país... en fin. Es re-fácil. No veamos tv.
Y si... las cosas están mal y no pintan para mejorar, pero no nos queda de otra que seguír chingándole en lo que nos ocupa y tratar de divertirnos en el intento... así que todos a rockear!
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