No es cierto que te extrañe... ¿Quién carajos te dijo eso? ¿Quién te convenció? ¿Quién te llenó de soberbia?
No creo que hayan sido mis manos, acostumbradas a acariciarte, contentas con tu reacción cuando pasaban sus uñas de arriba a abajo para darte escalofríos.
No creo que haya sido mi boca, que muere por abrazarte todo, que permitía, contenta, que te hundieras en ella. Tal vez la que más te añora, adicta a tu sabor.
No creo que hayan sido mis ojos, que te esquivaron siempre; aquellos que te lloraron tanto y que terminaron por odiarte.
No creo que haya sido mi sexo, que se inundaba con la idea de ti, que se excitaba con la simple promesa de tu cercanía, que te recibía una y otra vez llegando a orgasmos precipitados.
No creo, ni siquiera, que haya sido mi mente, que hasta la fecha te usa de aliciente, que recuerda e imagina, que se tortura y se complace.
No habrá sido mi cuerpo, mientras se da placer usurpando tu identidad, tratando inútilmente de convencerse de su autosuficiencia. Un cuerpo que recuerda y que anhela, pero que no sufre.
Mucho menos le atribuyo la culpa al corazón, rector de todo este regimiento, que te dijo tantas veces que te quería cuando no era cierto. Creía necesitarte. Nunca te quiso y ahora te ignora y, sin embargo, hoy te llama, porque el cuerpo lo hace sentirse incómodo con tanta insistencia.
Dímelo, ¿quién fue el traidor? ¿Quién te dijo una mentira tan atroz y tan falaz? ¿Quién te dijo que te extraño si lo único que quiero es coger contigo?