Ipods
Hace algunas semanas murió Nanoberta (mi nano#1). Fíjense que algún ingrato dejó un chrquito de agua en donde van los vasos (y las ipods) en la caminadora y Nanoberta murió por la patria. Esta situación me hizo replantearme la necesidad de tener una ipod y en menos de lo que canta un gallo, le pedí al gordo que me trajera de Nueva York una nueva y rosa nano-hermenegilda. (Ahora se llama, debido a la memoria de muy corto plazo del gordo, Hildebranda). Es nano, es rosa y es adicta a The Killers. Pero bueno, esto me puso a pensar que es prácticamente imposible que no haya sobrevivido ni una semana sin ipod. Como dice el gordo mismo: son los reyes del retail. Todo el mundo trae ipod, incluso en situaciones que para mi no la invitan. Por ejemplo, el domingo en Los Almendros, una familia comiendo y el adolescente escuchando algo en su ipod. No, a ver, gente, ahí no se esucha ipod, se platica con los familiares. O, me ha tocado ver gente en el cine con ipods... O sea, tampoco... Pero bueno, finalmente, ayer, hablando con Sas por teléfono, me pareció absolutamente extraño enterarme de que tiene Carmen cantada por Maria Callas en su ipod. ¿Neta? ¿Ópera? Ya alguna vez había visto eso en la ipod de Anita. Pero Anita estudia canto y le hace a la cantada y es retebuena y no sé qué... ¿Pero Sas? Luego entonces me quedé pensando en lo revelador que es el contenido de las ipods de nuestras personalidades y cómo semejantes pedacitos de metal se han convertido pronto en nuestras confidentes. Sólo ellas saben si tenemos a la "abeja reina" de la sensacional banda La Arrolladora, o el Black Jack de Luis Miguel, o el tour de Berlín (¡Schmorkie tiene el tour de Berlín!) o demás cosas vergonzantes que pudieran servir para extorsionar a cualquiera.