Thursday, October 26, 2006

Ipods

Hace algunas semanas murió Nanoberta (mi nano#1). Fíjense que algún ingrato dejó un chrquito de agua en donde van los vasos (y las ipods) en la caminadora y Nanoberta murió por la patria. Esta situación me hizo replantearme la necesidad de tener una ipod y en menos de lo que canta un gallo, le pedí al gordo que me trajera de Nueva York una nueva y rosa nano-hermenegilda. (Ahora se llama, debido a la memoria de muy corto plazo del gordo, Hildebranda). Es nano, es rosa y es adicta a The Killers. Pero bueno, esto me puso a pensar que es prácticamente imposible que no haya sobrevivido ni una semana sin ipod. Como dice el gordo mismo: son los reyes del retail. Todo el mundo trae ipod, incluso en situaciones que para mi no la invitan. Por ejemplo, el domingo en Los Almendros, una familia comiendo y el adolescente escuchando algo en su ipod. No, a ver, gente, ahí no se esucha ipod, se platica con los familiares. O, me ha tocado ver gente en el cine con ipods... O sea, tampoco... Pero bueno, finalmente, ayer, hablando con Sas por teléfono, me pareció absolutamente extraño enterarme de que tiene Carmen cantada por Maria Callas en su ipod. ¿Neta? ¿Ópera? Ya alguna vez había visto eso en la ipod de Anita. Pero Anita estudia canto y le hace a la cantada y es retebuena y no sé qué... ¿Pero Sas? Luego entonces me quedé pensando en lo revelador que es el contenido de las ipods de nuestras personalidades y cómo semejantes pedacitos de metal se han convertido pronto en nuestras confidentes. Sólo ellas saben si tenemos a la "abeja reina" de la sensacional banda La Arrolladora, o el Black Jack de Luis Miguel, o el tour de Berlín (¡Schmorkie tiene el tour de Berlín!) o demás cosas vergonzantes que pudieran servir para extorsionar a cualquiera.

Sunday, October 08, 2006

Reforma 21, San Ángel

Y por alguna razón estúpida, por un reduccionismo superficial, hoy siento que te conozco. En circunstancias normales, en esenarios desprovistos de significado, podría asegurar que somos absolutamente diferentes, que tus problemas son banales, que tu rutina es distinta, que eres perfecta, que no compartimos nada. Si nunca te hubiera visto aquí, diría que no conozco tu historia, que no creo en tus miedos, ni en tus obsesiones. Diría que desconozco hasta tus más absurdas anécdotas, aquellas que he oído miles de veces, con personajes distintos, ficticios, aprendidos, repetitivos. Si no te hubiera visto salir hoy de esa puerta, con el pelo rubio las más de las veces, negro, lacio hoy, chino mañana, gorda, flaca, amable, pedante; si no hubiera aprendido ya a leer tus movimientos, aseguraría que no sé que cuando te ves en el espejo me ves a mí; diría que no sé que lloras porque lloro yo, (¿por qué lloro yo?), aseguraría que desconozco que somos lo mismo, que nos negamos a saltar y salir corriendo de los estereotipos que se empeñan, ellos también, en serlo.
Y hoy, jugando ese juego de las simplicidades que no se quieren confrontar, mientras te veía con curiosidad cuando caminabas como no queriendo despertar al piso, te descubrí con los ojos llorosos y la nariz hinchada. Tu mirada perdida y la mía hipnotizada. Hoy supe que tú y yo somos iguales, mi querida cómplice. Nos vemos la próxima semana. Me toca entrar.

Tuesday, October 03, 2006

Y se me ocurre...

¿Por qué Papanicolaou suena tanto a Santa Clós y que te tomen la muestra se parece tan poco a Navidad?